domingo, 10 de agosto de 2014

El mundo después de las dos guerras mundiales   La guerra arrasó la mayoría de las industrias y ciudades, salvo las de EE. UU.; ya que Europa oriental y central, así como en Japón quedaron destruidas por los bombardeos. Esto propicio un auge de la industria estadounidense, que llegó a producir más de la mitad de los bienes y servicios de todo el mundo. De ahí que la ayuda estadounidense, después de la Segunda Guerra Mundial, fuera vital para sobrevivieran millones de seres humanos.

Dicen que las cosas malas se olvidad con facilidad y las buenas perduran. Si embargo, las consecuencias y efectos de la guerra demuestran que más de 60 millones de personas murieron, la mayoría civiles inermes. Ha esto se suma una reorganización socio-económica-política internacional, en el que Estados Unidos nace como superpotencia al igual que la Unión Soviética. También el mundo ingresa en la era nuclear, liderado por la hegemonía de: la Unión Soviética en el comunista, y Estados Unidos en el mundo capitalista.
De poco sirvió la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, pues se inicia una nueva etapa de conflictos y guerras. Por más de cuarenta años, se divide el mundo y genera lo que hoy se conoce como la "Guerra fría"; que fue la lucha entre las potencias capitalistas y comunistas por establecer su dominio en el mundo, especialmente EE.UU. y la URSS. De poco sirvió la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, pues en estos años, el mundo vive bajo el fantasma de una guerra nuclear.
Para los más optimistas, después de la Segunda Guerra Mundial se creo un nuevo orden político y económico. Empero, este no adopto un verdadero sentimiento de coexistencia y benevolencia. Luego este orden será temporáneo, como sé vera a finales del Siglo XX. Esto se debió a una ausencia que cobijara una coherente armonía en los intereses individuales y los de todo el planeta. Por este motivo el nuevo orden no fue estable y las guerras no se hicieron esperar. A causa de que las guerras obedecen a la lógica de la prepotencia, y las de percepción. La primera genera antagonismos irreversibles relacionadas con la soberanía y la segunda engendra jeroglíficos de legitimidad.








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